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lunes, 19 de marzo de 2012

Viajar no está en el viaje

Pasado, presente, futuro. El tiempo viaja y junto a él, los pies del hombre caminan, flotan, se imaginan mundos donde llegar, ciudades por descubrir. Viajemos hasta el infinito y más allá…

por Rodrigo Carretero

Desde que el hombre es, camina, se traslada, viaja. Lo impulsa la innata búsqueda de alimentos, la necesidad de agua. También anhela el imperio de someter a sus semejantes, el afán de conocimiento o tan solo siente el cosquilleo de la aventura por la aventura misma. A lo largo de la historia hubo, hay, y seguro habrá personas a las que guíe la intuición y buscaron, buscan y buscarán perderse en el camino.

Desde aquellos primeros pasos erguidos, hubieron de pasar miles de años
para que desde la sumeria ciudad de Jamar, (hoy Irak), se iniciara el primer gran viaje. Un hombre ya casi anciano partió hacia el poniente guiado por una voz... “Vete de tu tierra, de tu patria, a la tierra que yo te mostraré” (Genesis 15, 18-21) y Abraham marchó. Este es quizás el viaje más importante de toda la humanidad, porque es el único que aún continúa en cada uno de nosotros. La búsqueda de nuestra propia tierra prometida.

De allí en adelante ya no hubo necesidad de detenerse. Más allá del horizonte, la llanura, las montañas, el mar, el infinito esperaban ser explorados, aunque las distancias fueran enormes.

Los viajeros occidentales se llevan el mayor reconocimiento, pero hubo otros, tan o más viajeros que ellos. Ibn Battuta, natural de Tánger, es el mayor viajero del mundo musulmán de la Edad Media y nada tiene que envidiarle a la familia Polo. Su primer viaje fue, como el de tantos millones de musulmanes, la peregrinación a La Meca, (actual Arabia Saudita) y ya no se detuvo. En la mitad del siglo XIV, y durante 28 años, recorrió todo el mundo del Islam, el corazón del África negra y el extremo oriente. Al igual que Marco Polo, y a pedido del sultán Abu ‘Inan, dictó sus aventuras al escritor Ibn Yuzayy, quien las enriqueció a través de citas literarias.

Casi un siglo más tarde, entre 1405 y 1433, el almirante chino Zheng He realizó
siete grandes travesías por los mares del sur, llevando a su flota a diversas regiones de Asia y Africa. Visitó las islas Maldivas, Sri Lanka, Calcuta, Hormuz y la costa africana hasta Mogadiscio, en Somalia. Su historia de vida es un tanto trágica, ya que durante su infancia fue hecho esclavo y castrado por el principe Zhu Di, de la región de Yan. Tras un golpe de estado en que Di se apoderó de toda China, He fue encargado de la realización de grandes viajes en busca de nuevas tierras para el comercio. El polémico libro 1421, del inglés Gavin Menzies, asegura que fue Zheng He fue el primer hombre en navegar alrededor del mundo y verdadero descubridor de América.

Es este continente, junto al África, los que mayor fascinación causaron a viajeros de todo el mundo. Si de descubrir se trata, aquellos hombres que 12 mil años atrás atravesaron el, hoy separado, estrecho de Bering, deberían llevarse el premio. Luego, los vikingos, que arribaron a las costas de la actual península de Labrador en EE. UU. Las teorías rebalsan e inundan las conspiraciones contra el genovés más famoso, si hasta el nombre es en honor a Américo Vespucio, otro gran navegante italiano. No se debe dejar en el olvido a los polinesios, pueblo de grandes viajeros anónimos, que quizás hayan arribado a las costas del actual Perú.

Cada uno de los adelantados españoles fue un gran viajero en si, aunque su afán de conquista pasara por otros intereses más mezquinos. Dejando de lado a Pizarro y Cortes, Alvear Nuñez Cabeza de Vaca recorrió el sur de EE. UU en un periplo digno de una tragedia griega. Años más tarde, y como final feliz para sus aventuras, descubrió para los europeos las maravillosas Cataratas del Iguazú. Por su parte, Francisco de Orellana, sin saber donde terminaría, navegó durante un año y medio el Amazonas, desde sus nacientes hasta la desembocadura en el Atlántico.

Siglos más tarde, y a bordo del Beagle, Charles Darwin, recorrió Brasil, la costa y pampa argentinas, dio la vuelta al Cabo de Hornos, Chile, Perú y de allí a las islas Galápagos donde incubaría las ideas para desarrollar su Teoría de la evolución.

Los años pasaron y ya en el siglo XXI, cuando pareciera que nada queda por
explorar, la gente sigue remontando otra ruta, otro pueblo, otro cuarto de hotel. Espíritus de vidas nómadas, como el de Martín, un argentino que subido a su sueño de dos ruedas, recorrió el continente americano en moto. Inspirado entre otros, por los viajes del Che Guevara, su búsqueda, cuenta en el blog, www.americaen2ruedas.blogspot.com, esta orientada al sentir de los pueblos, sus costumbres, su idiosincrasia, sus tradiciones, sus sueños.

Esos sueños que animaron a estos grandes viajeros, del pasado, del presente a escribir su propia historia. Esos mismos sueños que son los responsables de llevarnos donde nunca fuimos, donde siempre quisimos estar.

Fuente: todoparaviajar.com

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