Nacieron en San Francisco. Son eventos masivos y semi-clandestinos para foodies que se reunen en sótanos, jardines, casas o estacionamientos. Te contamos cómo es la movida en Buenos Aires.
Hasta hace unos años lo último que hubieras asociado a una rave sería un plato de comida. Tal vez hubieras pensado en música electrónica bien alta, noches larguísimas de baile frenético, DJs pinchando discos, luces enceguecedoras y botellitas de agua mineral, pero… ¿una porción de ravioles? ¿un pollo teriyaki? Jamás. Sin embargo, eso comenzó a cambiar desde la reciente aparición de las food raves -algunos también les dicen craves (ansias, en inglés)-, fiestas donde el concepto es la comida y los cocineros, que pueden ser profesionales o amateurs.
Así como el punk explotó en el club CBGB de Manhattan a mediados de los 70, las food raves también tienen su lugar y su época de nacimiento: el Underground Night Market, en San Francisco, a fines de los 2000. Lo que hoy son unas celebraciones mensuales que congregan a miles de personas y a más de 60 vendedores informales comenzaron en el pequeño departamento de un joven llamado Iso Rabins, ex trabajador gastronómico devenido recolector urbano de hierbas y hongos y, además, cocinero. Iso pensó que había un montón de gente con ganas de compartir lo que cocinaba en su casa y que por falta de licencias y dinero no lo podía hacer. Creó entonces a tal efecto el Underground Night Market, movida que luego fue organizándose en espacios cada vez más grandes. Para entrar, además de hacer una o dos horas de cola en la puerta, cada asistente firma un consentimiento donde se deja por sentado que toda la comida a servirse en el evento no fue aprobada por el Departamento de Salud de San Francisco.
ANATOMIA DE UNA FOOD RAVE
Las food raves arrancan al mediodía, pero a partir de las once de la noche, con la llegada de música en vivo y DJs, empieza lo mejor. Otra forma de describirlas es como una suerte de kermesse para adultos con inquietudes culinarias y ganas de divertirse. Hay demos de cocina y platos de todo el mundo: hot dogs con kimchi casero, comida vietnamita, mexicana, jamaiquina, 100% orgánica, taiwanesa, vegetariana y varias más. Ojo, tampoco es que cualquiera puede ir y ponerse a vender sin más; previo a la fiesta se hacen catas para confirmar si los alimentos son ricos y están bien preparados. “Hay mucha gente haciendo buena comida a nivel profesional en la ciudad, pero no todos tienen los recursos para tener una cocina comercial”, se justifica Iso.
Con todo, la idea se extendió rápido a otras grandes ciudades. Primero por Estados Unidos (Los Angeles, Atlanta, Denver; no tanto Nueva York, menos tolerante con la falta de certificación) y luego en Europa. En Londres, especialmente, la movida es grande. Las food raves se organizan en casas, estacionamientos y espacios públicos y la gente se convoca vía redes sociales.
DIY EN LA COCINA
El grupo Eat.st, cuyo slogan es “conduciendo la comida callejera inglesa hacia delante”, es uno de los organizadores de estas fiestas comunitarias. A veces se hacen de día y otras de noche, y en todos los casos recuperan el espíritu DIY (do it yourself, hágalo usted mismo) de las primeras raves de los años 80. El concepto es simple: “Concentrar los mejores vendedores callejeros de Londres en determinado lugar, colocar unas mesas, unos candelabros, bebida y un poco de música, y las masas vendrán”, resumen en su sitio. Tener ganas de experimentar y conocer gente nueva es esencial.
En Londres también hay una réplica de las raves subterráneas de Iso Rabin. Están a cargo de una popular food blogger y cocinera que cita a cocineros informales y foodies en jardines o en casas, con el agregado de algunos DJ’s, demos de cocina -cómo hacer manzanas caramelizadas, cómo usar los ajíes disecados- y una barra de tragos. Si es invierno, las fiestas se arman alrededor de una fogata, para acentuar el costado cuasi tribal de la velada.
SI LO SABE, RAVE
Internet y las redes sociales son fundamentales para apalancar toda la movida, desde la venta de entradas hasta las confirmaciones sobre dónde y cuándo se hacen. Además de Twitter y Facebook, hay sitios especiales a tal fin: uno es el Super Marmite, original de Francia, para localizar qué se está cocinando a fuego lento cerca de uno. “¿Y si está noche cocinás para tu barrio? ¿Y si en vez de ir a un fast-food probás la lasaña que hizo tu vecino?”, proponen. Los usuarios pueden subir fotos de lo que están preparando, aclarar cuántas porciones tienen y cuánto cuestan a fin de que otros miembros de la comunidad puedan unírseles para comer juntos.
Otro sitio importante, que funciona también en Buenos Aires y otras 80 ciudades del mundo, es Kitcheparty.org. Surgió en 2011 por iniciativa de unos amigos en Roma y su objetivo es conectar gente en todo el mundo a través de experiencias gastronómicas. Los usuarios pueden tanto participar como ser anfitriones de fiestas foodies, sólo hay que registrarse de manera gratuita. Un pantallazo rápido de la web permite ver qué está ocurriendo ahora mismo en varios lugares: en el Moscú invernal, alguien propone una soup party para el sábado, en Buenos Aires un gran potlach (a la canasta) el miércoles y en Roma, cenas inspiradas en Bali y otra en Nigeria. Para todos los gustos y paladares. En el sitio uno puede chequear, además, cuántos lugares o asientos quedan libres y también cuáles son los requerimientos de participación: en algunas cenas, por ejemplo es “comida, bebida y buen humor”, en otras sólo un postre y en otras “una botella de vino y una historia”.
Por Cecilia Boullosa
Fuente: planetajoy.com
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